domingo, 10 de abril de 2011

NUESTRO HIJO ESTA INVOLUCRADO EN UNA SITUACION DE MALTRATO ESCOLAR?

Nuestro hijo o hija puede ser víctima, agresor u observador de una situación de maltrato. Si es víctima, desempeñará un papel pasivo; si es agresor, un papel activo; y si es observador, su papel es igualmente activo o, al menos, permisivo, en cuanto su actitud refuerza la actitud intimidadora del agresor hacia la víctima.
En caso de que nuestro hijo esté involucrado en una situación así, debemos tener tranquilidad y, sobre todo, escuchar la información que hayamos averiguado sin trivializarla. En todo caso, podemos dar los siguientes pasos:
1. Escuchar y mostrar interés por el asunto, sin menospreciarlo; no debemos considerarlo “cosa de chicos”.
2. Indagar si realmente ha ocurrido lo que nos cuenta, y no es fruto de su imaginación.
3. Ponerse en contacto con la escuela y solicitar la intervención y cooperación del profesorado.
4. Fijar una estrategia de intervención para detener inmediatamente el daño que se está produciendo, y para tratar a medio y largo plazo las relaciones entre los involucrados.
5. Favorecer una solución adecuada y ajustada a la intensidad de la falta y al daño ejercido. Debemos apoyar a nuestro hijo enseñándole a asumir la responsabilidad que le corresponda.
VICTIMA

Deberemos averiguar si realmente se está dando la situación de maltrato. Observaremos los síntomas que puedan indicarnos lo que está ocurriendo y, en todo caso, debemos:
  • Actuar en cuanto tengamos confirmados indicios de que nuestro hijo está siendo agredido.
  • Apoyarle y darle compañía y seguridad de forma incondicional.
  • Expresarle nuestra confianza en él y en los cambios que se van a producir para mejorar su situación.
  • Solicitarle que nos cuente lo que le está pasando y asegurarle que siempre vamos a contar con él, que le vamos a consultar, antes de emprender ninguna acción.
  • Reforzar su autoestima elogiando sus capacidades personales.
  • Darle la oportunidad de que entable nuevas amistades fuera del centro escolar, en otras actividades donde pueda interactuar con chicos y chicas de su edad y crear vínculos de afecto.
  • Propiciar que amplíe su grupo de amigos del centro escolar, facilitándole actividades sociales en las que quiera participar
  • Mantener una comunicación continua y fluida con el profesorado del centro escolar.

AGRESOR


Algunas familias se sienten culpables cuando descubren que su hijo está actuando como agresor en situaciones de maltrato entre compañeros. Esto es debido a que el ejercicio del maltrato a menudo está asociado a familias desestructuradas o con problemas de relación, y a la consideración de que el maltrato es un reflejo de la dinámica emocional de ese tipo de familias. Pero más allá del sentimiento de culpabilidad o no, es importante dejar muy claro que esta clase de conducta es inaceptable y que nuestro hijo debe cambiar y dejar de actuar así.

A veces, sin embargo, la agresividad de un adolescente no es atribuible a factores familiares y, por lo tanto, debemos observar si nuestro hijo presenta rasgos de tendencias agresivas. Debemos observar:
  • Si su actitud hacia los diferentes miembros de la familia es agresiva. Si muestra conductas agresivas y violentas hacia sus amigos o si le hemos visto actuar de forma violenta en ocasiones.
  • Si es excesivamente reservado, si es casi inaccesible en el trato personal.
  • Si tiene objetos diversos que no son suyos y cuya procedencia es difícil de justificar.
  • Si a menudo cuenta mentiras para justificar su conducta.
  • Si parece no tener sentido de culpa cuando hace daño.
  • Si dice mentiras acerca de ciertas personas, mentiras que les pueden perjudicar y causar daño.
  • Si otros padres nos han contado que nuestro hijo agrede a otros niños.
  • Si percibimos que ciertos compañeros se mantienen silenciosos e incluso rehuyen la presencia de nuestro hijo.
Si observamos con cierta frecuencia varios de estos comportamientos en nuestro hijo es muy posible que pueda estar involucrado en situaciones de abuso. En tal caso:
  • Debemos actuar con urgencia y firmeza, manteniendo una comunicación y supervisión cercanas e indicándole con toda claridad que el maltrato no es lícito ni admisible y que se debe valorar el respeto a las otras personas como clave de la convivencia en la sociedad.
  • Como los agresores suelen desmentir la acusación que se les atribuye, no bastará sólo con preguntarle a él y a sus amigos, sino que deberemos indagar por otros medios para esclarecer los hechos y actuar inmediatamente, en su caso.
  • A pesar de ello, tenemos que hablar con nuestro hijo o hija, mostrarle nuestra disposición a ayudarle en todo lo éticamente posible e indicarle que, en caso de ser culpable de malos tratos, deberá asumir su responsabilidad.
  • Habrá que ayudarle a entender cómo se puede estar sintiendo la víctima y preguntarle cómo se sentiría él o ella si algo así le ocurriera.
  • Tenemos que mostrarle confianza y apoyo para el futuro, así como valorar cualquier muestra de arrepentimiento que observemos.
  • Hemos de hablar con la escuela con toda rapidez. A nadie le agrada tener que comunicar a unos padres la conducta violenta de su hijo hacia otro compañero, por lo que debemos entender que los profesores tienen tanto o más interés que nosotros mismos en resolver satisfactoriamente el problema.
  • Es importante que mostremos sincero interés en que se averigüe la verdad y que nuestro hijo asuma su responsabilidad.
  • Nos propondremos mantener un contacto cercano con la escuela de ahora en adelante, solicitar ayuda y consejo en el tratamiento conjunto de nuestro hijo y establecer una relación fluida con el tutor o, en su caso, con el Departamento de Orientación, que son quienes están más cerca de nuestro hijo.A pesar de todo lo expuesto hasta aquí, los padres o tutores deberemos revisar no obstante los antecedentes educativos de nuestro hijo y la dinámica familiar, el tipo de relaciones que hemos establecido en nuestra familia, para rectificar aquello que pueda estar alentando la conducta agresiva del adolescente.
A grandes rasgos se pueden dar en determinadas familias las siguientes situaciones :
a) Muchos padres y madres prefieren que sus hijos sean algo agresivos y extravertidos mejor que tímidos y poco expresivos. Incluso pueden llegar a pensar que las personas dominantes y agresivas tienden a ser más felices que los otros, puesto que esto les asegura que sabrán valerse por sí mismos en la vida. Así, se entiende que una personalidad altamente competitiva en la escuela, en los deportes, en los grupos sociales,... tendrá su recompensa. Si bien se subestima que una personalidad de este tipo puede ser tan mala para quien la ejerce como para aquellos que la sufren, y que es un claro abono para el maltrato y el abuso de poder.
b) Por otro lado, algunos chicos y chicas agresores están viviendo contextos violentos dentro de la familia, siendo ellos a su vez víctimas en su entorno familiar. La agresión familiar puede provenir de abusos ejercidos por otros hermanos, por el padre o por la madre, abusos que frecuentemente consisten en castigos corporales y gritos o insultos continuados. En otras ocasiones los hijos rechazados, no deseados, o faltos de atención y afecto por parte de los adultos pueden maltratar a sus compañeros, como mecanismo de respuesta a su propia situación personal.
c) Puede haber falta de comunicación entre los miembros de la familia y la interrelación ser mala o inexistente. Cada uno tiende a satisfacer sus propios intereses y se comparten pocos tiempos comunes. Los padres no supervisan suficientemente lo que hacen sus hijos y no han marcado con claridad los límites.
d) De igual modo, las familias altamente autoritarias predisponen a los jóvenes hacia comportamientos agresivos.
e) Pueden haberse producido cambios de diferente índole en la familia (nuevo domicilio, muerte repentina de un familiar muy querido, ruptura del matrimonio, etc.) que hayan producido inestabilidad en el adolescente y una reacción adversa.

OBSERVADOR

Si nuestro hijo está viendo lo que le ocurre a un compañero, se convierte en espectador, en observador. En tal caso hemos de tener en cuanta que el papel de los observadores es esencial para que cese el maltrato. Si el conjunto del grupo clase entiende el problema y actúa conjuntamente para apoyar al compañero que está siendo tratado y agredido injustamente, tomando una postura firme y en grupo ante los agresores, el maltrato cesará. Sin embargo, por desgracia, este nivel de concienciación social se consigue sólo cuando la escuela trabaja en ese sentido con diferentes estrategias y cuando el contexto social también es crítico con este tipo de acciones. El mensaje transmitido por los adultos no puede centrarse nunca en eximir de culpa o en justificar los malos tratos, apelando a la ética del más fuerte.

Si nuestro hijo es consciente de lo que está ocurriendo, debemos hacerle saber que no hay justificación posible, que los conflictos se deben abordar desde el diálogo y la comunicación y que deben mostrar su discrepancia con dichos actos y, en ningún caso, reforzar la conducta de los agresores con risas y complicidades.

Hemos de apoyarle en su camino hacia la madurez y reforzar su ética personal, que está en plena formación, enseñándole que es justo ayudar a la víctima con su testimonio e informar del abuso al profesorado cuando sea necesario. Es preciso que les enseñemos a romper la conspiración del silencio y a dar cabida a la posibilidad de contar, cuando se observen injusticias entre compañeros. El silencio, tan fuertemente instaurado entre nuestros niños y adolescentes, se basa sobre todo en etiquetar de “ chivato” a quien manifieste públicamente lo que está acaeciendo, entendiendo que actúan desde la cobardía y la traición. Así se impide que salgan a la luz los hechos de maltrato.

Hay que romper esta imagen social de quien tiene la valentía de decir a cara descubierta la injusticia que se está dando en el seno de la clase o del grupo de amigos. Es necesario que nuestros hijos e hijas aprendan a que aquello que se valora y en lo que se cree hay que defenderlo, y que el respeto de unos hacia otros y la convivencia son valores necesarios e insustituibles para todos nosotros y para la sociedad en general.

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